Extra 02.
—¿Me puede repetir? —liberó la directora, atónita por el súbito anuncio del único alfa que trabajaba con ella.
Mingyu no podía estar renunciando. Los pequeños lo adoraban. Incluso, a pesar de no ser muy sociable con el resto de sus colegas, sí lo estimaban y nunca habían tenido algún tipo de conflicto con él.
No tenía sentido. La paga no era despreciable, y se notaba que disfrutaba del empleo, que había nacido con la personalidad y el carácter adecuado para tratar con niños. No todos tenían la vocación que él poseía con naturalidad.
—Si necesita más tiempo para buscar a alguien, puedo quedarme hasta final del mes —propuso con determinación, sin remordimientos y sin desviarle la mirada.
Aunque era una decisión precipitada, estaba convencido de que era la mejor opción a su actual situación. Las ojeras que ocultaba con polvo de maquillaje no lo dejarían exagerar.
Estaba agotado físicamente por luchar todo el tiempo contra su mente. Desde que llegó a su vida Sungbin, lo hizo en consiguiente la existencia de Soonyoung, que diluida en la del menor, estaba ahí, recordándole todo lo que detestaba de ser un alfa.
No podía dejar de pensar en Soonyoung, su lobo estaba frenético, tirando de él para que hiciera algo al respecto. Para que diera el paso decisivo que terminaría por unirlos. Sin embargo, Kim no lo complacería, no caería de nuevo en aquel juego de feromonas y felicidad disfrazada de dependencia.
Le gustaba tal como era su vida. Cada que llegaba a casa y se tiraba en el sofá, al cerrar los ojos, aquella paz que le inundaba, que sabía la conseguía con sus propios medios, era todo lo que necesitaba.
Una vez sufrió y gozó por alguien más, compartió desde las experiencias más terribles hasta las más maravillosas. Y al terminar, también creyó que sería su fin, que al perder a Seokmin, también se perdería a sí mismo. Pero encontró una nueva forma de vivir, de seguir adelante, sin que su bienestar fuera una reacción a la felicidad de un amante.
Se había acostumbrado a la soledad, a dormir abrazando una almohada —que no se quejaba por su peso, ni por la fuerza que ejercía—. Le gustaba tener tiempo para sí mismo y para sus amigos, con los que salía a cenar y a beber, solo un poco, no quería convertirse en un alcohólico. Sus principios morales seguían intactos.
—Para encontrar un reemplazo que llene las mismas expectativas que tú, supongo que no será suficiente una semana, pero para contratar a un profesor de preescolar... Está bien... Si ya tomaste una decisión... —quería detenerlo, si le decía que era por el sueldo, estaba dispuesta a subírselo, sin embargo, podía deducir que el verdadero motivo estaba fuera de su alcance.
Por mucho que le insistiera, no lo conseguiría.
—Agradezco su comprensión, y de nuevo, me disculpo por lo repentino —expulsó reflejando en su expresión que estaba avergonzado. Era la primera vez que actuaba egoístamente en el trabajo.
La mujer asintió sin añadir más, todavía aturdida por la situación. No se imaginaba el colegio sin la presencia del alfa, que a pesar de llevar un par de años allí había logrado dejar una huella enorme, en alumnos y profesores, que sería difícil de borrar.
✧✦✧
Acordaron informarles a los pequeños, de su partida, hasta el último día, antes de que se marcharan a casa. De esa forma, con la emoción de ver a sus padres, olvidarían que al día siguiente ya no estaría Mingyu allí.
En verdad creyó que era una buena estrategia, nunca esperó que uno de ellos, más exactamente Sungbin, se negara a salir del salón.
—Tu padre está afuera, no le hagas esperar demasiado —dijo en tono suave, inclinándose hasta quedar a la altura del menor.
—¿Por qué te vas? ¿Es que ya no nos quieres? —musitó Sungbin a punto de llorar.
Aunque al inicio había dependido un montón del alfa, conforme los días pasaron comenzó a convivir con el resto de sus compañeros, consiguiendo amigos y que el ir a la escuela se volviera algo que le gustaba.
—No es eso, lo que pasa es...
—Sungbin, ¿qué sucede? —interrumpió una voz que le encantaría no encendiera todas sus alarmas.
En automático se puso de pie, moviéndose unos centímetros para dar paso al omega que corrió a tomar a su hijo por las mejillas y a inspeccionarlo minuciosamente.
—¿Hizo algo malo? —esta vez se dirigió al profesor, intentando ocultar como su lobo inquieto le incitaba a actuar de forma extraña.
Evitaba al profesor todo lo que le era posible; siempre intentaba llegar al mismo tiempo que la mayoría de padres, de esa forma le era difícil solo percibir el aroma del alfa, y con todos los pequeños saliendo, Mingyu no se enfocaba en uno en particular. El contacto que mantenían era el mínimo, tan solo el estrictamente necesario.
No entendía si estaba sufriendo alguna clase rara de enfermedad exclusiva de omegas, porque sufría los síntomas de que Mingyu era su destinado, pero el alfa no parecía afectado. Tal vez solo era atracción, evidentemente en una sola dirección, porque Kim parecía ignorar lo mucho que le perturbaba. Incluso, había considerado ir al médico, para que revisaran su ritmo cardiaco y su presión, mas temía que como en una historia cliché de baja creatividad, le dijeran que estaba bien, que solo sufría de enamoramiento.
Se sentía inseguro y molesto, triste y de mal humor, pero al ver que todos los niños habían salido menos el suyo, dejó de lado sus sentimientos y se dirigió sin pensarlo al salón donde sabía lo encontraría. Ahora, estaba en medio de aquella situación incómoda que le ponía de los nervios. No veía la hora para que terminara.
—Todo está bien, Sungbin puede retirarse —respondió con calma, con los brazos cruzados sobre su pecho.
Soonyoung frunció el ceño y antes de que saliera alguna palabra de sus labios, la voz entrecortada de Sungbin sorprendió a ambos.
—No lo está, el profesor Mingyu se irá de aquí —pronunció a la par que una gruesa lágrima escurrió por su mejilla, empapando en el proceso la mano del omega que nunca lo había abandonado.
El alfa decidió callar, no le debía explicaciones a nadie —aunque estuvo a punto de inventar una excusa para Sungbin—, y la última persona con la que deseaba confesarse, estaba ahí frente a él.
Comprendiendo la situación con rapidez, lo que habría hecho cualquier otro padre sería suavizar aquella información con algún comentario comprensivo, en cambio Soonyoung quedó congelado mirando directamente los orbes oscuros y fríos de Mingyu.
No debería importarle, si el maestro de su hijo renunciaba, no era su problema. Entonces, ¿por qué le dolía tanto?
Si Sungbin no hubiese estado ahí con él, recordándole que era un adulto y que debía protegerlo a toda costa, se habría echado a llorar también.
Carraspeó para que el nudo de su garganta desapareciera, se enderezó por completo y tomó la mano de su hijo.
Antes de marcharse lo miró por última vez, mordiendo su labio inferior que seguramente temblaba.
✧✦✧
En todo el trayecto a casa padre e hijo permanecieron en silencio, Soonyoung, en especial, sumido en mil pensamientos, uno tras otro le atacaban sin consideración.
Se imaginaba a sí mismo solo, se veía llegando a aquella edad aterradora, en que Sungbin haría su vida y él no tendría más remedio que conformarse con la soledad. Antes no le preocupaba, al contrario, se había hecho a la idea de que el amor no era para él. No quería a nadie, pero desde que Mingyu apareció, no dejaba de imaginar lo bien que encajarían, la felicidad que seguro juntos conseguirían.
A veces tenía sueños tan vívidos, en los que de una forma u otra se encontraban, charlaban y descubrían que eran el uno para el otro. Cuando aquello sucedía el pecho entero le ardía, quemaba hasta sus entrañas, un calor tan placentero que le asustaba y le emocionaba a partes iguales.
Aunque ya no tenía caso pensar en Mingyu, probablemente no lo volvería a ver. El mismo destino que les unió ahora se encargaba de separarlos.
Era lo mejor, debería admitir, pero no podía.
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Con su peso contra el marco de la puerta, observaba a su hijo mayor cuando sintió una mano tibia recorrer su cuello.
—Hey —susurró con una sonrisa.
—Hey —replicó imitando el gesto y tras comprobar que Sungbin dormía profundamente, giró para besar los labios de Jimin.
El omega descendió con la palma extendida hasta su espalda, con suaves movimientos le acarició para transmitirle que estaba ahí para él, que todo estaría bien.
Después de compartir un tierno beso, se separaron lo suficiente para que Jungkook cerrara la puerta y los condujera al salón principal.
En otra ocasión se habrían tumbado juntos, con las extremidades enredadas, esta vez, se sentaron con normalidad, pero sin dejar de entrelazar sus dedos.
—Sungbin se sentirá cómodo con nosotros, además, está muy emocionado por su hermanito —liberó Jimin, tranquilo porque su bebé dormía en ese preciso momento.
Jungkook negó con la cabeza.
—No solo me preocupa eso, también Soon...
Soonyoung poco a poco fue decayendo. Empezó dejando de ir a trabajar, pronto la madre del omega tuvo que hacerse cargo del niño, hasta que terminó negándose a salir de su habitación. Los doctores que le habían visto coincidían que atravesaba una fuerte depresión, solo que el motivo les era desconocido.
—Podemos visitarlo —propuso en un intento por ayudar. Quería un montón a Soonyoung, y no sabía que tan mal se encontraba.
—No, no es recomendable que te expongas... —se sentía frustrado, no podía hacer nada por el que alguna vez fue su compañero.
—Entonces, puedo encargarme de Sungbin y Jongsuk, ¿por qué no vas a verle? Estoy seguro que eso le hará sentir mejor —entendía que tenía un pequeño de seis meses que lo necesitaba, y que Sungbin merecía un ambiente saludable, pero Jungkook podría ir en representación de ambos y él quedarse a cargo de los niños.
—¿Crees que se deba a su alfa destinado? —dijo en voz muy baja, era una idea que le venía rondando desde que se enteró de su condición.
Jimin lo pensó por unos segundos.
—No creo que sea posible, si fuera así, sería porque el alfa de Soonyoung no quiere estar cerca de él, provocando daño a ambos. No tiene sentido —concluyó.
✧✦✧
Mingyu llevaba varios días sin dormir correctamente, le dolía la cabeza y no quería hablar con nadie, se negaba a ver hasta a sus padres que desde el momento en que se enteraron que dejó el trabajo, habían bombardeado su contestadora con mensajes de voz.
Tenía tres días libres antes de comenzar en un nuevo empleo al que le tomaría alrededor de una hora y media llegar. Todo por evitar a aquel omega que había sacudido su realidad.
En otra época aprovecharía el tiempo libre para leer un libro o ir al gimnasio; en la actualidad no conseguía tranquilizarse e incluso una tarea tan sencilla como preparar de comer, le costaba horrores, al extremo en que mientras picaba unas verduras, por tercera vez se cortó.
Liberó una maldición y enseguida se llevó la herida a la boca. El sabor metálico le asqueó. Estaba por llegar a su límite, se estaba yendo en picada a la locura.
Y en verdad le aterraba.
✧✦✧
—Por fin despiertas, ¿tienes sed?
Con los ojos entrecerrados distinguió la figura de Jungkook, a su espalda la luz cegadora del día lastimaba su vista, pero eso no impidió que apreciara los cabellos castaños que caían por el rostro del alfa, lucía hermoso y angustiado.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó soñoliento, quería seguir durmiendo, al menos, ahí se encontraba con él.
—Jimin y yo estamos preocupados por ti, Sungbin te extraña —esperaba que con la mención de su hijo reaccionara.
—¿Cómo ha estado? —dijo recuperando un poco del sentido de la realidad. Sin embargo, no lo suficiente.
—Te necesita —recalcó.
Ante aquella declaración prefirió permanecer callado.
Una vez Soonyoung le demostró que sobre todas las cosas, estaba Sungbin, no entendía qué había cambiado.
—No deja de preguntar por ti, no entiende por qué enfermaste, de hecho, nadie lo hace —intentó dirigir la charla por ese camino, para así obtener una respuesta.
El omega parpadeó un par de veces, se sentía débil y desconectado con su lobo, que desde que dejó de sentir la presencia de Mingyu, se había echado a dormir.
—He intentado levantarme, un montón de veces, pero al parecer no se puede luchar contra el instinto. Creo que ahora puedo entenderte mejor —murmuró y tal como sus palabras, se incorporó con lentitud.
Los brazos le temblaron cuando apoyó sus palmas sobre el colchón para arrastrar su espalda al respaldo de la cama, demostrando así su punto de lo mucho que le costaba una acción tan simple como aquella.
Jungkook se puso de pie para alcanzar la jarra que descansaba encima del buro de noche, sirvió un vaso a la mitad y lo acercó a los labios de Soonyoung. Ayudándole de esa forma a beber.
Dio sorbos pequeños, para que el líquido no se derramara por la comisura de sus labios.
—Gracias —dijo cuando acabó, cerró los ojos y estuvo a punto de volver a quedar dormido de no ser porque Jungkook se sentó a su lado.
—Tu aspecto me recuerda al de Jimin cuando lo encontré después de que huyera del hospital —admitió con un nudo en la garganta, el solo recuerdo le dolía—. Quizá esté delirando, pero dime, ¿lo encontraste?
Soonyoung soltó una ligera risa amarga.
—No, solo que mi lobo se obsesionó con otro... —explicó cómo expulsando un suspiro.
—¿Obsesión? Eso no existe en los lobos —replicó decidido a llegar hasta el final.
—Pues el mío no es como el resto, rompe vínculos y crea unos imaginarios.
Ante aquella vaga respuesta del omega, se tomó unos minutos para pensar en lo que haría a continuación. Los ronquidos bajitos de Soonyoung no le desalentaron.
—¿Cómo se llama?
—Mingyu, Kim Mingyu —confesó entre sueños.
✧✦✧
Un par de llamadas bastaron para dar con el paradero del misterioso alfa, no había mucha información al respecto de Kim, pero igual no le fue imposible localizarlo y desenterrar ciertos fantasmas en el proceso; vivía en Bangkok, en una zona tranquila y perfecta para un profesor soltero.
Había investigado acerca de Mingyu con los vecinos antes de presentarse en su departamento, no quería llevarse una desagradable sorpresa, y con todo, consciente que estuvo envuelto en pandillas hasta los veintiún años, no se acobardó y se plantó delante de su puerta.
Por lo que había escuchado de Soonyoung, este no sufría al alejarse de su omega, como si su lobo no lo detectara, por ello cuando lo tuvo enfrente, pálido y con los ojos rojos, entendió que no era inmune.
Como veía que el otro no hacía el esfuerzo por hablarle, carraspeó y comenzó:
—¿Tú eres Kim Mingyu? —no tenía duda de que era él.
Algo en su mirada feroz, que incluso medio moribundo se advertía de un solo vistazo, daba una idea de lo imponente y majestuoso que era su lobo.
El profesor asintió, desconfiado, percibía cierta esencia en él que tranquilizaba a su lobo, pero no a él.
—Mi nombre es Jeon Jungkook, y... vengo en representación de Soonyoung.
Tal como esperó, la mención del omega no le fue indiferente, su rostro adquirió un tono más sombrío al que al inicio le mostró.
—Yo no tengo nada que ver con él, debes de estar confundido —concluyó y estuvo a punto de cerrarle la puerta, pero el pie de Jungkook que en algún momento llegó al umbral sin que se percatara, impidió que lograra su acción.
—Si no fuera realmente importante no estaría aquí, créeme —dijo a la par que empujó la puerta devuelta a su anterior sitio.
Como estaba tan débil, por muy fuerte que se mirara, no le ganaría, ni conseguiría hacerle daño alguno.
—Si te preocupa tanto, por qué no lo haces tu omega, y así nos ahorras esta situación —su lobo aulló de rabia por lo dicho, pero logró frenarlo a tiempo. Mingyu anhelaba de regreso su paz mental.
Jungkook no reaccionó ante aquello. Como si no lo hubiese escuchado.
—No puedes seguir huyendo, no le hace bien a ninguno. Estoy seguro que ni siquiera has hecho el intento de conocerlo —pronunció con rostro neutral, no caería ante sus provocaciones, ni siquiera aunque el adverso se riera burlón.
—No te debo ninguna explicación, será mejor que te marches —dictaminó con frialdad.
Jungkook nunca se había entrometido en asuntos ajenos que no le concernían ni un poco. Sabía que hacerlo era como adquirir problemas innecesarios, por ello evitaba a toda costa verse envuelto en conflictos. Sin embargo, no se daría por vencido con Mingyu.
—Lo haré, pero antes quiero que me escuches —rebatió dando un paso atrás, una vez que estuvo seguro que tenía su atención continuó—: Soonyoung fue mi esposo, nos amábamos y todo habría seguido así hasta que llegó mi omega destinado. Nuestro vínculo se rompió, a pesar de que esperábamos un hijo, la separación fue inevitable. Sé que le causé mucho daño, siempre guardé la esperanza de que su destinado apareciera y compensara todo lo que hice mal. Y ahora que está sucediendo, puedo entender lo equivocado que estaba, al esperar de ti lo que yo debería hacer. Por ello es que estoy aquí, y no me rendiré tan fácilmente.
Le vio girar y subir a un auto de lujo.
Aquel sujeto elegante le hizo enfurecer. Era consciente que Sungbin debía tener otro padre, pero nunca esperó que conocerlo fuese como si le clavaran una estaca en el corazón. Y lo peor, no estaba seguro qué era lo que le hacía sentir mal, el que Jungkook lastimara a Soonyoung, o el que este fuera todo lo contrario a él.
✧✦✧
Para su mala suerte, alguien llamó a la puerta tan solo dos horas después de la partida del alfa.
Con una mirada asesina se dirigió a la entrada de la casa, estaba furioso, cada zancada resonó en las paredes.
Sin delicadeza abrió, a punto de decir "largo de aquí" al extraño, hasta que reparó en el rostro familiar.
—Hola, Mingyu, ha sido un tiempo —saludó apenado.
Sin poder creer que se tratara de él, la rabia le abandonó dando paso a un sentimiento más amargo y podrido.
—¿Seokmin? —emitió incrédulo.
El omega de baja estatura se encogió de hombros.
—Sé que para ti no es agradable que esté aquí, pero necesitaba verte —confesó inseguro de su reacción.
A pesar de la diferencia de altura, no le temía, lo que le asustaba era que lo rechazara sin antes darle una oportunidad. Aunque sabía que no la merecía.
—¿Qué es lo que quieres? —respondió con voz gélida, después de todo el daño que le había causado, debería sentirse horrible, pero aquel sentimiento no se comparaba con el que lidiaba en ese momento.
Seokmin se mantuvo callado por varios segundos, como examinando al alfa que desde la última vez que le vio, había cambiado, más su aura feroz, no había perdido efecto alguno.
—Hablar contigo, ¿crees que sea posible? —la comisura de sus labios se elevó en una sonrisa extraña—. Y antes de que digas que no tenemos nada de qué hablar, tienes que saber que estás equivocado —se adelantó conectando su mirada con la de Mingyu.
Un cosquilleo le recorrió, le pareció curioso que a pesar del tiempo, el alfa continuara siendo su punto débil.
—Si hay algo, entonces dilo ahora, después no tendrás otra oportunidad —expulsó cruzando los brazos sobre su pecho, no lo invitaría a pasar, ni le diría que salieran a una cafetería cercana para charlar. No eran viejos amigos.
Eso lo debía tener en claro.
Liberando un suspiro asintió, al menos no le había estampado la puerta en la nariz.
—Antes del día de la boda... —empezó con cierta dificultad, había requerido de todo el valor que poseía para estar allí—. Me hice una prueba de embarazo, no me había estado sintiendo muy bien —explicó esforzándose porque su voz saliera uniforme.
Mingyu ante la posibilidad de que en esa época Seokmin estuviese esperando un hijo de él, sintió que la sangre le bajó hasta los pies y que el suelo desapareció.
—¿Recuerdas que nos advirtieron que para nosotros sería imposible ser padres? Porque mi cuerpo que se había desarrollado tarde no lo soportaría y perdería al bebé, o moriría con él... —le miró con dolor—. Siempre nos cuidamos... Pero salió positivo. Yo no podía deshacerme de él, yo te amaba, y sabía que tú también me amabas y que no lo permitirías. Entonces decidí tomar el riesgo, renunciar a ti por él... Sabes, mientras me esperabas en el altar, yo huía lejos de ti con la esperanza de que el día que volviera a tu lado, lo haría con nuestro hijo en brazos.
Mingyu retrocedió un paso, no podía ser cierto, debía estarle mintiendo. Seokmin era así, lo había traicionado de la peor manera, lo había abandonado, y ahora intentaba engañarlo.
—Nunca llegó ese día, porque lo perdí en el tercer mes —sentenció con la vista nublada, y antes de perder el control sobre sí mismo, tomó aire de una gran bocanada—. Y si te lo digo ahora, después de tanto tiempo, es porque sé que encontraste a tu omega destinado.
Necesitaba que la herida que le había causado comenzara a sanar, de esa forma, podría resistir lo que sea que le deparara el futuro.
El alfa cerró los ojos, la primera lágrima cayó sin esfuerzo, la segunda la siguió enseguida, sin esperar a que fuera consciente.
Recordaba lo felices que estuvieron planeando la boda, eligiendo el diseño de las invitaciones, el pastel y el banquete, seleccionando las canciones que bailarían, buscando las palabras exactas que se dedicarían, y después, como su corazón se rompió al creer que todo aquello fue una ilusión cruel.
—Aún sueño con la vida que nunca pudimos vivir juntos, y en verdad espero, que tu omega nunca lo tenga que experimentar. Lo siento —finalizó deseando que algún día lo perdonara.
Mingyu dejó de luchar consigo mismo.
Cuando se marchó, a la vez tuvo la sensación de que una importante parte de él lo hizo con Seokmin. Todo aquello que lo conformaba, que daba sentido a su realidad, se torció quedando fuera de lugar. Lo que creía, ahora carecía de sustento.
Se apoyó en las paredes, que le resultaron tan poco firmes, necesitaba de algo más sólido, por ello terminó en el suelo, pero ni así consiguió la anhelada sensación de estabilidad.
✧✦✧
—¿A qué le tienes tanto miedo? —cuestionó mirando el mar extenso que se extendía más allá de lo que su vista le permitía alcanzar.
Estaban sentados sobre la arena húmeda. El azul claro del cielo a punto de apagarse.
—A todo, a ser feliz con alguien más. Porque una vez lo intenté...
—Y no funcionó —completó.
Entendía el sentimiento mejor que nadie.
—¿Crees que es mejor estar solos? También me pone nervioso el pensar que de nuevo me pondré en riesgo —admitió con honestidad.
Le había abierto su corazón a Mingyu, aunque este todavía se mostrara desconfiado. Y apareciera solo en su forma de lobo, distante, mirándolo como a punto de atacarlo. Era la primera vez que se sentaba a su lado luciendo como el profesor que conocía. Permitiéndole así intercambiar más de una frase.
—No estoy seguro, creía que la relación entre alfas y omegas era lo que estaba mal. A mí no me importaba salir con betas, solo que con ninguno conseguí sentir algo especial.
Soonyoung sabía que ese sueño era especial, que estaban conectados de verdad.
—Yo ni siquiera lo intenté, estaba resignado —respondió con una sonrisa triste.
—Soonyoung, no quiero un destinado —soltó de pronto, interrumpiendo el hilo de la conversación que habían mantenido.
Su declaración no le tomó por sorpresa.
—Yo tampoco lo quiero, pero es doloroso luchar contra ello.
—Ni siquiera sé quién eres, ni qué te gusta, mucho menos sé si soy yo lo suficientemente bueno para ti —le agobiaba no poder elegir ni ser elegido.
Depender de una fuerza desconocida, del instinto de sus lobos.
—Tienes razón, pero sabes... Yo te habría elegido sobre todos.
Mingyu giró la cabeza en dirección al omega. Le vio de perfil sonriendo, se le notaba tranquilo, como en paz consigo mismo.
—¿Por qué? —replicó asustado por su respuesta.
—Solo lo sé, muy adentro, ¿tú no lo sientes? —le devolvió la mirada.
Mingyu absorbió en su memoria la expresión de Soonyoung y desapareció.
Al despertar dejó de sentir que sus extremidades le pesaban. Se levantó de la cama y se dirigió al baño. Tomó una ducha, el ruido del agua al caer alertó a Jungkook que lo esperó fuera de la habitación.
Se sentía bien. Completo.
—¿Tienes hambre? —dijo en cuanto le vio salir. Le sorprendió que luciera tan arreglado.
—Sí, pero voy a esperarlo —pronunció mientras se dirigía a la sala—, dejamos una charla pendiente.
Jungkook temió que Soonyoung hubiese perdido por completo la cabeza, estaba por hacerle más preguntas cuando el timbre resonó en el pequeño departamento.
Antes de abrir, observó al alfa.
—Gracias, buscaré a Sungbin mañana, lamento que todo se me fuera de las manos.
Confundido asintió. Seguía sin comprender qué es lo que sucedía.
Escuchó los pasos de Soonyoung alejarse.
✧✦✧
Del otro lado estaba Mingyu, con ojeras y el cabello húmedo, al igual que él.
Los tres primeros botones de la camisa sin abrochar, y un pantalón de lino que se ceñía a sus largas piernas.
—Yo... —comenzó, mas no lo dejó terminar.
—Cerca de aquí hay un buen lugar para comer, vamos en mi auto —propuso y le ofreció la mano.
Su lobo moría por contacto y eso no podía esperar.
El alfa respiró profundo, temeroso.
Era una ironía, ninguno de los dos tenía una buena razón para creer en el destino, en el amor. En algún momento los habían traicionado, provocándoles amargura y que se encerraran en sí mismos. Y ahora, estaban ahí, a punto de darle una oportunidad a lo que una vez más detestaron.
Si era absurdo, entonces...
Ignoró la mano más pequeña que la suya, se fue directo a los labios de Soonyoung, que sin tener que inclinarse, ni hacer otro movimiento, aterrizaron a la perfección. Cerró los ojos y dejó que su lobo tomara el control, que buscara en el otro lo que tanto anhelaba y a la vez, se entregara por completo.
Respondiendo como si fuese su amante de toda la vida, se colgó de su cuello y suspiró cuando los brazos del alfa se aferraron a su cintura.
Nadie le había sostenido con tanta fuerza sin lastimarlo, nadie le había besado con tanta hambre y delicadeza, nadie con apenas unos segundos de contacto físico le había llevado al paraíso. Qué otra prueba necesitaba para dejar de dudar.
Al separarse, asustado de que solo él sintiera aquello, arrastró su mirada a la de Mingyu, y con alivio pudo distinguir que también tenía la respuesta.
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